(Elpidio Lamela)
-Sueño con palabras, Dr.
-Está bien, los sueños son significantes,
como las palabras. Siempre dicen algo
más o menos legible. ¿Cuáles son las
palabras soñadas?
-No sé, no lo recuerdo. Pero en el sueño
se articulan y arman oraciones que componen
fragmentos de un poema que escribo, siento
que lo escribo y que lo voy a volver a escribir
cuando salga de ahí.
-¿Está seguro de poder hacerlo?
-Sí.
-¿Y lo hace?
-Sí, pero escribo otro. Aquel se pierde y sólo
queda la sensación de haberlo hecho, es placer
de concebir y realizar, algo como certeza de
un conocimiento inasible.
-¿Está seguro de haberlo perdido? Es posible
que algo quede en el inconsciente y se exprese
bajo otra forma.
-Queda la sensación de la pérdida, y con eso
no se puede hacer mucho…
-¿Y el otro, el que en realidad escribe?
-Siempre es otro, ajeno al soñado, que surge
de la búsqueda de recuperar algo de aquel.
A veces captura una palabra, y reconozco su
procedencia. Pero una palabra sola no puede
hacer nada.
-¿Está seguro?
-No, ¿Por qué tendría que estarlo? ¿Qué importa
eso, acaso tiene alguien algún motivo para estar
seguro?
-Bueno, depende en qué contexto, hay distintos
niveles de seguridad.
-Perdón, ¿Por qué insiste con esa pregunta
recurrente? ¿Qué tan importante puede ser
la seguridad en esta vida incierta y azarosa?
-Bueno, es que tengo como auspiciante a
una empresa de sistemas de seguridad y tengo
que repetir ese mensaje con cierta frecuencia:
La seguridad es una prioridad. Ud, sabe, la
situación está difícil para todos y no se puede
mantener un arancel accesible sin hacer algunas
concesiones…
-Ah, me quedo más tranquilo…
-Sí, quédese tranquilo que no es nada personal.
Lo mismo le pregunto a todos.
-¿Y qué dicen?
-Nada, lo aceptan con naturalidad. Si estuvieran más
seguros no vendrían acá...
-¿Y qué dicen del auspiciante?
-No, no lo saben, es parte del secreto
profesional. No tienen por qué saberlo,
con Ud. hice una excepción.
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