(Rolando Doorland)
El ojo es como un pez,
casi todo líquido y grasa.
Sólo que se cierra y se abre
a diferencia del pez, que no
puede cerrarse y nada abierto
a todo, tanto en aguas abiertas
como en otras.
El ojo se mueve como pez
en el agua, bajo su arco superciliar,
observando su órbita siempre
idéntica a sí misma y a la unidad.
El ojo constituye una unidad
pareada, pero el pez sólo puede
aparearse en el agua.
Hay peces que ven más
que nuestros ojos, y también
los hay sin ojos:
Nadie se los vació, son especies
abisales que no los necesitan.
La evolución los descartó, como
suele hacer con todo lo inútil
a su causa.
En nuestra filogénesis histórica,
fueron descartados órganos, huesos,
dientes, pelos y otros elementos
que carecían de sentido, al haber
perdido toda utilidad.
Los peces no pueden cerrarse
como un ojo, un tragaluz
o un negocio de los nuestros.
Pero son más libres
en sus hábitos sin órbitas.
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