(Amílcar Ámbanos)
Un silencio recurrente
circulaba sin merma invadiendo
todas las dependencias de mi
propiedad horizontal.
(El silencio sabe extenderse en forma
vertical u horizontal)
No puedo extenderme mucho sobre
él, pero me preguntaba: ¿Hasta qué
punto podía considerarlo mío?
¿Me pertenecía? ¿O provenía del pasado
y su existencia era anterior a mi escritura?
¿Hasta dónde podría incluirlo entre mis
bienes como propio?
¿Era siempre el mismo que circulaba
por necesidad, como un hábito aquerenciado
al lugar, o era una mera réplica de otros
precedentes?
Es cierto que yo buscaba algo tranquilo,
cómodo y silencioso para poder concentrarme
en mi actividad sin distracciones indeseables.
Uno siempre depende del entorno ambiental,
natural o artificial, y sus accidentes. Pero mis
aspiraciones no contemplaban esta versión
del silencio recurrente y su pronunciamiento
excesivo.
Todavía puedo circular con normalidad
por mis dependencias, pero no sé hasta
cuando.
Podría tolerarlo si supiera que es
un silencio cómplice.
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