(Eleuterio York)
Una lágrima de ángel caído
supera a la del ángel común
o genérico, en algunos valores.
La condición de aquel,
cuya caída antecede a la de
su lágrima, multiplica el valor
v, igual a velocidad del fluido
ocular designado como lágrima.
La caída, esa función entrañable
propia de todos los cuerpos, se ve
afectada por el participio del ángel:
La lágrima cae por sí misma, desde
el ángel y cae también con él:
Ha caído, vuelve a caer: Repite y
reproduce la gravedad del mundo,
de la que no escapa ningún ángel
o aspirante, caído o por caer.
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