(Amílcar Ámbanos)
El cebo encebollándose
con propiedad
a la sombra del placebo elemental
que asoma, idéntico a sí mismo
bajo el ala del sombrero de copa
cuyo contenido no es apto
para este momento: podría
despertar suspicacias que vacilen
y derramen como lágrimas inéditas
descendiendo de un ángel desconocido
como cualquiera que pela una cebolla
ajena.
Esta cebolla ajena al poema
amancebado con el cebo
encebollado podría producir adicción
a los débiles de espíritu, remedando
el beso algodonoso que nos debe
la muerte, esa madre no reconocida.
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