(Olegario Saldívar)
Sobre la caída libre
se dicen muchas cosas.
Podemos decir más, ya que
gozamos de esa libertad.
¿Que es lo que atraer, de
la unión de esos significantes?
Hay un vuelo poético al asociar
caída, a la libertad de un vuelo
condenado de antemano:
Toda caída encontrará su fin.
Hasta donde conocemos, nunca
hubo caídas infinitas.
¿Cuál es el fin del poema que se
precipita?
Puede elevarse y alcanzar cierta
altura, aunque no puede dejar de
descender.
Somos libres de caer en esta tentación
o en otra; incluso de elegir la forma de
caer y el momento adecuado (podemos
caer en forma deliberada)
Sólo no somos libres de no caer.
Esta caída contiene su propio fin,
ningún error nos salvará de la caída,
por más vueltas que le demos para
demorarla.
Hay verbos que caen en desuso, para
luego caer en el olvido: no sienten la
caída y se adaptan al estado de reposo.
Nosotros siempre volvemos a caer
en la conciencia del vacío sin fondo:
Nadie escapa a su destino, la caída
final e inexorable, el fin de todo:
La nada sin fin, desde donde no se
vuelve a caer en ninguna parte, ni se
vuelve.
Asociamos libertad con movimiento,
y éste con la forma, el cuerpo.
No concebimos ninguna libertad sin
cuerpo.
El cuerpo del pòema, más liviano,
ofrece una resistencia limitada
y luego cae, hasta alcanzar el estado
de reposo.
La diferencia, es que él no tiene un fin:
es un fin en sí mismo, no tiene otra cosa
que hacer, ni que esperar.
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