(Antístenes Oquendo)
Cómo incorporar un cuervo
al cuerpo del poema.
Precauciones:
Si el cuervo se encabrita y exacerba,
bien puede el ciervo achancharse
como víbora enroscada en su miembro
de raíz, o agusanarse solo como tábano
feliz en la masmédula de un húmero
genérico y orgánico como tú.
Quedan los élitros impúberes al borde
de la mesa: Toda mesa humana
es ante todo una mesa de disección
que espera ser servida.
¿Qué es la vida? Le preguntamos al
cuervo antes de que calle para siempre
o empiece a repetir el verso aquel que
no queremos recordar.
No te confíes, los cuervos son mañosos
y amañados. No te encariñes mucho, ni
lo ames: Podría encorvarse como un gato
montés y engatusarte.
No te abatates ni te ensartes
¿Mirá si el cuervo se hexacorva como el
sable cuervo del Libertador y el chancho
se le insubordina y se exacerda porque no
cabe en el sayo suyo que no es éste, y
no espera como un santo de la espadaña
su carnada azulaina, y sin soltar mastica
tu impaciencia?
No es ninguna ciencia incorporar
un cuervo a la casa del poema.
Pero hay que tener paciencia y no sirve
de mucho: No es ave de cetrería, para
cazar no sirve y habla poco, tal vez su
única virtud.
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