(Manuel Lupanares)
Restablecer un orden
puede resultar más costoso
que mantenerlo, como el
estado saludable.
No cuesta tanto mantener
un orden, una vez establecido:
Hay bastantes órdenes todavía
en función, aunque tienen una
vida útil, como toda creación
humana.
Para establecer un orden, hay que
completar una secuencia simple y
reconocer al enemigo: Todo orden
tiene sus enemigos, aunque ellos no
lo sepan o no se reconozcan.
Una vez creado el enemigo
y establecido como tal, se requiere
el concurso de todos para enfrentarlo
y preservar el orden:
Se hace saber que la indiferencia
ante el enemigo común nos convierte
a todos en sospechosos.
La secuencia a observar, consta de
tres pasos para imponer el discurso
del nuevo orden: (aunque no sea tan
nuevo, conviene presentarlo así, y
subrayar la palabra cambio)
Legitimar, naturalizar y normalizar.
En ese orden que, una vez establecido,
sólo habrá que mantener.
La aplicación correcta de esta secuencia
por parte de la autoridad legítima, hace
que cualquier discurso, por más absurdo
y contrario al sentido común, sea bien
aceptado por la opinión pública y
circule con normalidad.
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