(Epifanio Weber)
Yo podría convivir perfectamente
con cualquier mosquito.
Más allá de los que portan virus
peligrosos, de lo que no podemos
culparlos: Ellos no pueden saber
si la sangre adquirida está infectada
(Acaso nosotros, cuando tomamos
y compartimos una información,
¿Sabemos si no está contaminada?)
Hay que ponerse en el lugar del otro.
Entiendo que la sangre, para ellos,
tiene el valor de un recurso natural,
como para nosotros:
Sólo que no pueden producirla, y
la tienen que importar a cualquier
costo.
No me importaría donarles un poco
de mi sangre, lo haría de buen grado
acordando los términos, sin pedir
nada a cambio, por pura empatía.
Lo que me molesta, no es que nos
chupen la sangre, también lo hacen
algunos de nosotros, sino la forma:
Esa picadura, que en el momento de
la aplicación ni se siente, pero al rato
empieza a picar sin que pueda parar
uno de rascarse.
El móvil, la causa, puede entenderse
como justa (donde hay una necesidad
hay un derecho), pero el efecto es lo
peor, y no tiene justificación:
No podemos perder el tiempo rascándonos
con todo lo que hay por hacer.
Si fueran más razonables podríamos llegar
a un acuerdo. Mientras tanto, no se puede
hacer otra cosa que matarlos en forma
preventiva, aunque tengan que pagar justos
por pecadores.
Sólo una vez aplastados, comprobamos si
eran portadores de sangre: En ese caso, se
configura un hecho de sangre, aunque ni
siquiera es propia:
Ellos no la producen, sólo se la apropian,
una práctica conocida entre nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario