(Remigio Remington)
Al lector no le interesa
la génesis del poema, saber
cómo surgió, ni sus condiciones
de producción.
Ya es bastante que el poema
le interese lo suficiente, como
para no abandonarlo antes del
final.
Los iniciados en la ciencia poética,
sea como lectores o emisores, saben
que no es de buen gusto que el poema
verse sobre sí mismo:
Para verse a sí mismo está el espejo,
y hay una buena cantidad de poemas
de espejos.
Aunque hay cierta licencia con algunos
poetas: No son muchos los que gozan
de reconocimiento y acreditan méritos
como para que sus poemas se vuelquen
sobre sí mismos o sobre cualquier otra
cosa:
Son voces autorizadas, Alcanzada esa
condición, sus poemas pierden interés
en el lector, ya no necesitan capturarlo
y se han liberado de ese condicionamiento.
Al lector, no le interesan los pruritos del
autor, ni los condicionamientos a los que
se sujeta: Todos los autores son sujetos,
condición que comparten con sus lectores.
No hay mucho más para compartir:
No es mucho lo que puede compartirse
de un poema, sujeto a múltiples lecturas,
siempre distintas.
Este poema nunca tendrá los lectores
que merece: No sabe cuántos son y
tampoco le interesa.
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