(Aparicio Custom)
Un hábito fracasó,
pero en casa cultivamos el hábito
de celebrar: celebramos casi todo,
incluso la ausencia de motivos
para celebrar y hechos celebrables.
Todo es un misterio, según sabemos
y el mismo acto de celebrar lo es.
Por ejemplo ¿Qué motivo habría
para celebrar el cumpleaños?
Nacer es un hecho azaroso, podría
haber caído en cualquier otro día.
¿Qué celebramos? ¿El paso del tiempo?
¿Haber sobrevivido, envejecido, estar
más cerca de la muerte?
¿Puede alguien sensato afirmar que su
presencia es necesaria para el Orden Natural,
significa alguna contribución valiosa
a este mundo misterioso y poblado de
aspiraciones vanas?
En plena conciencia de nuestro aporte nulo
al equilibrio ecológico, e impotencia ante
las tribulaciones de tanta alma errante, sólo
podemos celebrar.
No necesitamos un motivo especial; los
habituales son bastante dudosos.
Las celebraciones renuevan los ánimos
y nos alejan, temporalmente, de otras
realidades más difíciles de justificar.
Toda celebración es arbitraria,
podemos celebrar lo arbitrario
sin contradicción.
Hay mucho para celebrar, aún:
no sabemos cuánto es.
Ahora celebramos el fracaso del hábito
que no llegó a ser vicio. Todo sirve
para celebrar, si hay voluntad.
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