lunes, 20 de marzo de 2023

La vida secreta de los muertos

 

(Rolando Doorland)

 

Blindé mi casa, e instalé los mejores dispositivos

de seguridad. Fue costoso, pero creo que valió la

pena la inversión; la seguridad es esencial, sobre

todo cuando uno llega a cierta edad, y está solo.


Había vendido algunos bienes que ya no usaba

ni pensaba usar, y contaba con un pequeño

capital, fruto de años de sacrificio y privaciones.

Era más que suficiente para solventar todo lo

necesario y disfrutar de una calidad de vida

aceptable, hasta el fin, sin depender de una

jubilación miserable.


Pero no me sentía del todo seguro. Nunca confié

en los bancos, mucho menos en estos tiempos

digitalizados y virtuales, donde todo depende de

códigos, claves, sistemas y aplicaciones, cuyo

lenguaje nos resulta completamente ajeno a los

mayores.


Nunca confié ni quise depender de otros: Me

resistí a la bancarización, al plástico y a la

telefonía celular con todas sus pretendidas

actualizaciones. No lo necesito, ni pienso.


El problema, era encontrar un lugar seguro

para mi capital. Descartados los bancos y las

cajas de seguridad privadas, no había mucho

que esperar del mundo exterior: Todos buscan

su ganancia, y medran con la necesidad y la

buena fe del otro.

La solución no estaba muy lejos, sino acá,

y sólo yo podía acceder a ella.


Sabía levantar paredes, alguna vez lo hice y

todavía podía hacerlo: Nadie puede sospechar

que una pared bien constituída, contenga otra

cosa que los materiales que la componen;

menos aún que albergue algo de valor.


Era la mejor opción, si no la única.

Fue trabajoso, tuve la precaución de introducir

el material en horas desusadas: Nadie tiene por

qué saber que uno levanta una pared en su casa,

y no me gusta dar explicaciones.


Hace un tiempo que la terminé, y estoy satisfecho

con el resultado. Después del revoque fino,

aproveché para pintar todo, de modo de ocultar

las diferencias y evitar que algún visitante ocasional

pudiera alimentar alguna sospecha, aunque no suelo

recibir visitas.


Mi modesta fortuna está segura, ahora.

Permanecerá todo ahí, bien embutido y

emparedado hasta que sea necesario:

Nunca se sabe, pero en estos tiempos no se

puede confiar en nadie.


Mi vida, a esta altura, es muy austera. Siempre

lo fue, pero ahora un poco más: A veces tengo

que privarme de algunos gustos, y hacer

malabarismos para llegar al día del cobro de

mis haberes magros.


Vivo con lo justo, o algo menos, pero no me

quejo. Disfruto mirando la pared, mi pared,

y sabiendo que todo está seguro.


La única garantía de mi seguridad, es mi

capacidad para guardar el secreto, y si hay

algo que sé hacer, es eso. No conozco a

nadie más confiable.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
http/:Demolicionyobranueva.blogspot.com por José Luis Greco se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en Demolicionyobranueva.blogspot.com.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en Demolicionyobranueva.blogspot.com.