(Asensio Escalante)
Tubérculos en flor
sorprenden al viandante que transcurre
por las calles de mi barrio.
Un barrio como otros, con flores,
tubérculos, redes cloacales en servicio
y casas de oración.
El transeúnte no sabe mucho de flores
y tubérculos; no lo necesita.
Un peatón no necesita saber mucho
para ser reconocido por sus pares.
Nadie tiene por qué saber, ni imaginar,
que debajo de esa flor yace un tubérculo
que la alimenta.
Nadie se pregunta de qué vive una flor,
aunque nadie ignora a quienes viven
de ella:
abejas, mariposas, colibríes y otros seres
insignificantes: Brócoli, alcauciles, coliflores
son algunas de las flores que comemos.
(También comemos tubérculos, pero no
necesitamos conocer sus flores, que han
de ser insignificantes)
Nadie se pregunta de qué viven las flores.
En cambio, todos nos preguntamos de qué
viven los poetas.
La flor no es sospechosa, a diferencia del
poeta que escribe florilegios con destino
incierto, y nos obliga a preguntar:
¿Quién lo subsidia? ¿Por qué no produce
algo útil?
Dicen que trabajan con palabras
¿Y si se buscaran un trabajo honesto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario