(Aparicio Custom)
Dios no tiene cuerpo, no lo necesita,
pero puede crearlos todos.
Así lo hizo siempre. Empezó con uno,
vio que era bueno y se entusiasmó, ya
que todos resultaban buenos (siendo
creaciones divinas, no había otra
posibilidad)
Al hacerlo, descubrió que las posibilidades
de los cuerpos eran casi infinitas, y eso lo
entusiasmó (lo hubiera excitado, también,
pero eso requiere un soporte físico; se
necesita un cuerpo)
Mientras perfeccionaba su industria
corporativa, pensó: Yo podría tener
uno de estos si quisiera, incluso uno
mejor y más perfecto… Pero no
tengo necesidad, por ahora, ya veremos.
(El futuro divino no es demasiado complejo
ni intrincado, aunque resulta inasible para
nuestro entendimiento limitado:
Como entidades superiores, son seres que
gozan de una perfecta simetría respecto de
sí mismos: tienen tanto pasado como futuro,
una condición que nos excede e inquieta)
En un principio, tomó una partícula de
barro primordial y con un soplo discreto,
dispuso dar forma a una criatura pequeña,
a su imagen semejanza:
Al instante, surgió la figura de un mamboretá.
Es bello, se dijo el Creador. Demasiado bello,
no es justo que alguien sea tan bello…
Para hacer justicia, concibió la idea de que el
macho fuera devorado lentamente por la
hembra al copular. Luego la editó, vio
que era buena y la hizo ser verdad.
Amor y muerte, habrían de confluir
en espacio y tiempo, dando lugar
al origen de la Justicia Divina:
Nada más justo que el amor
acabando en su propia metáfora.
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