(Estanislao Del Signo)
El pato parpa,
sus ojos parpadean a la par
al parpar y al dejar de parpar.
Yo adivino el parpadeo
del ave al aparearse.
Sólo entonces distingo
al pato de la pata:
Es excitante adivinar.
Entonces parpadeo sin pensar
mientras repito la palabra
entonces, no sé cuántos
parpadeos tengo encima.
Sin pensarlo dos veces
grazno para mi, en pleno
uso.
El pato parpa para sí.
Yo adivino el parpadeo
futuro de mis pares sin
participar del todo
en este movimiento:
Hay ojos pares e impares,
hijos pares e impares,
ritmos puros e impuros:
No pares, me azuzé para
arengarme.
El pato parpa sin pensar,
y parpará tanto como le plazca
¿Hay un placer en el parpar,
o sólo en el par?
Sospecho que no, no es necesario
pensar para parpar: basta apenas
pensar en parpar.
Para pensar estamos nosotros
-parpadeo- que contamos con los
medios apropiados para poner en
palabras cualquier cosa, con
distintos fines y producir, tanto
un pensamiento propio como un
buen discurso patológico y no
menos propio.
No sé qué es peor, pensaría
el pato genérico adivinado.
Oigo el impar parpar
del papemor.
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