(Aparicio Custom)
El martillero abandonó a su presa
ante la sorpresa de los contribuyentes,
en un desliz propiciatorio
absorto, seducido y abducido
al observar el vuelo de una uña
encarnada.
¿Estuvo equivocado?
¿Debió asumir el error al encarnar?
¿Estaba volviendo a ser engañado por
sorpresa por su presa?
¿Era para pensarlo? ¿Era éste el momento?
¿Era todo producto de su imaginación algo
volátil?
¿Estaba previsto que el engaño fructificara
al salir airoso?
¿O era todo una repetición?
Las partes autorizadas acordaron suspender
el remate sin más trámite. Había otras
prioridades. Los deslices son imprevisibles,
hasta el más cauto comete.
Alguien habrá conseguido su cometido,
ahora matar o rematar no altera las funciones
ni el resultado del poema que ya venía
tambaleándose.
Seres alados, ungulados, creyentes
o incipientes se deslizan en una misma
línea de tiempo. Todos, tan predadores
como presas.
Una uña, no tiene ningún valor
desafectada de su cuerpo. Ahora
es una parte inútil, un exceso que
se desprendió para siempre.
¿Es todo parte de la misma repetición?
Ya nadie pudo volver a ser original,
había una trayectoria que respetar y
repetir.
El martillero no bajó,
siguió en su vuelo tras la carne
inseparable de su uña y el martillo
no bajó.
No había nada que rematar
ni había remate.
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