(Ricardo Mansoler)
Nadie más humilde que un poeta
Jean Cocteau
El poeta es humilde por naturaleza.
Esta condición, en algunos muy acentuada,
hace que no puedan valorar lo que hacen
en su real y justa medida, impulsándolos
a reincidir en busca de mejores resultados.
Así, hay poetas prolíficos, que no pasan
jornada sin producir al menos un poema
o su esbozo.
El resto del tiempo lo dedican a revisar
y corregir lo ya escrito; son rigurosos,
buscan la perfección: una aspiración
vana, si las hay.
Es difícil, después de un buen poema,
mantener el nivel de calidad, tanto como
de uno malo o perfectible. Pero ellos
nunca están conformes: no saben cuándo
deberían estarlo.
Otros son mesurados en sus emisiones,
trabajan cada detalle y pulen con la
paciencia de un orfebre. Pueden estar
años con el mismo poema, hasta llegar
a su forma definitiva.
Buscan la perfección: hay distintas formas
de aspirar.
Yo me reconozco ajeno al perfeccionismo,
asumo mis limitaciones y pertenezco al
universo de los que no se miden:
No sé cuánto escribo, no tengo una medida
precisa que respetar ni conozco cuál es la
cantidad correcta.
Cada tanto me releo y corrijo algo; siempre
tenemos algo que corregirnos.
Lo bueno de escribir a diario y mantener
esa rutina en el tiempo, es que todos los
días son el cumpleaños de algún poema:
Es para celebrar, aunque no sepamos
cuál es, cuántos son, cuánto es...
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