(Esther Miño)
La circulación de odio
se mantiene a valores aceptables.
La producción no declina,
acompaña el ritmo de los mercados.
Los mercados del odio siempre
supieron reciclarse, reconvertirse
y seguir funcionando.
El odio expresa una forma de energía
que bien aprovechada genera
oportunidades de crecimiento.
El odio es uno de los signos de crecimiento
conocidos: Es tensión, conflicto que resuelve
en
crisis. En la crisis muchos pierden,
pero algunos ganan mucho:
Las crisis son oportunidades
para poner en valor todo el odio obtenido
e incluso los excedentes de producción.
El odio ha logrado cosas que parecían
imposibles, como reciclar gobiernos
fracasados y responsables de deudas
odiosas.
Sin duda, el odio es el motor que impulsa
a la conquista de nuevas metas: Para
enfrentar al enemigo y doblegarlo, primero
hay que odiarlo lo suficiente. Luego
disfrutaremos su conquista.
En una sociedad que produce su propio odio,
y sabe como gestionarlo para que se reproduzca,
nadie se queda quieto, ni se siente conforme:
Hay una voluntad compartida de crecer e ir
por más.
Conviene inocularlo desde temprano, para
un desarrollo sano y sustentable.
Como ejemplo, una pregunta para estimular
a las infancias:
¿A quién odiás más, a tu papá o a tu mamá?
(En caso de familia alternativa habría
que reformular la pregunta)
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