(Asensio Escalante)
Llueve, como no se advierte
en el poema. Las vertientes
concomitan con la lluvia
y con el poema que desciende
de otras intemitencias
paralelas a la lluvia.
La lluvia puede ser copiosa,
tenue, aislada, oblicua
o pasajera.
Sabemos bastante de la lluvia:
hay registros de los niveles
históricos de volumen líquido caído
que se repiten, con algún margen
de error.
Sabemos que tiene más sentidos
que funciones, la lluvia, y tenemos
la certeza de que siempre que llovió
paró.
II
Yo no me río de la lluvia:
puede hacer crecer el río, elevar
el nivel del mar
por encima
del nivel del mar
y hacer colapsar algunos sistemas
(El sistema de lluvias no tendría
por qué alterar a un alma bien plantada)
La lluvia es pura repetición,
como todos los sistemas.
No es para reír: Algunas culturas
oraban a su dios de la lluvia y le
ofrecían sacrificios para obtener
sus favores; nadie se reía.
Otras creían que la lluvia era el llanto
Divino y montaban rituales especiales,
espectáculos absurdos para hacer a su
Dios llorar de risa.
No es para reírse: la práctica del sacrificio
nunca se interrumpió, continúa hasta hoy
sin que nadie se ría.
III
Las vertientes concomitan en el tiempo:
Todos descendemos de la lluvia,
de un chaparrón inicial que luego
reprodujo dando lugar a la evolución.
La lluvia es tiempo que precipita
y cae,
con distinta intensidad, frecuencia
y ángulo en relación al horizonte.
Se hunde en la tierra, en el agua
y se evapora para dar continuidad
al circulo lluvioso.
No todo lo que cae se hunde:
Un deseo se hunde sin precipitar
en su propia cavidad de origen.
Todos los orígenes son dudosos,
como nuestros pasatiempos y
emisiones, deseables o no.
El deseo humano no es menos
dudoso que nuestros pronósticos
meteorológicos.
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