(Asensio Escalante)
Esta noche desciendo
del cobayo, y viceversa.
Escribió el rapsoda repetidor
en busca de la originalidad perdida
al descender: primero como parodia
y luego como amante impar de la
tragedia que cabalga al cobayo.
¿Quién oyó? ¿Quién oyera lo que
yo?
Se preguntaba entre las voces
que habitaban un delirio tan ajeno
como el canto del cobayo cimarrón.
¿Overo o bayo? Dudaban en el campo
popular ¿era un simple cobayo de monte?
No sabe, no contesta: El cobayo no monta
escoba pero tiene actividad nocturna, como
cualquier bruja, y alguna que otra polución
soluble, cuando puede. Nada que pueda
detectarse a simple vista de mamífero.
El cobayo apura el paso, sobre la rueda
que gira y gira en vano, en un sentido u
otro:
Sabe que no avanza, ningún mamífero
es tan tonto. No se ilusiona, pero consume
esa energía y se ahorra el trabajo de pensar
en sublimar, como un amante impar que no
es correspondido.
Esta noche desciendo del cobayo,
desciendo y viceversa.
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