(Serafín Cuesta)
Las lenguas más absurdas
son las de mayor riqueza para
el ejercicio de la función poética.
Esta afirmación, podría ser resistida
por muchos amanuenses y lectores
bien intencionados, y calificada de
absurda.
Incluso no tendría ningún valor
si la hiciera alguien como yo, que no
conozco tantas lenguas como para
considerarme autorizado a emitir un
juicio semejante.
Pero es el resultado de exhaustivos
estudios multidisciplinarios entre
filólogos, semiólogos, antropólogos,
conocedores de todas las lenguas vivas
y muertas, junto a poetas de distinta
procedencia y envergadura, exégetas,
filósofos, neólogos y formadores de
opinión.
Yo no tengo una opinión formada
todavía, pero entiendo que el absurdo
es uno de los puntos más altos en la
aventura de la producción poética.
Todas las lenguas podrían desaparecer,
es probable que estén destinadas a
hacerlo tarde o temprano.
Pero el absurdo sabrá sobrevivirlas
y perdurar, como siempre lo hizo:
Este enunciado, y los que lo preceden
sólo son posibles dentro del cuerpo de
un poema, que se reconoce absurdo;
tanto como la vida misma.
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