(Tomás Mercante)
-Hay una carne en mal estado en
la heladera, Carlos.
-Sí, otra vez me vendieron carne
podrida.
-¿Y para qué la guardás?
-No sé, no es fácil deshacerse de
la carne, uno no es de madera.
Le quería dar una oportunidad.
-No me jodas, Carlos. Sé que sos una
persona sensible, pero la carne es carne
y nunca vuelve a su estado anterior.
-Es cierto, pero alguien sensible
nunca deja de pensar en la carne con
empatía; ella nos hace sensibles. Cualquier
persona sensata sabe que detrás de toda
carne hay una vida, una historia de vida
parecida a la nuestra.
-Pero te la ibas a comer…
-Sí, ¿qué iba a hacer? Para eso la traje,
somos carne, y la carne pide carne. No
podemos ir contra la naturaleza, pero eso
no significa una falta de empatía.
-Está bien, pero ya no sirve para comer
¿Qué vas a esperar?
-Yo no espero nada de la carne, se descompone
y está en su derecho; no es su culpa ni la mía.
Comeré otra cosa ¿Qué puedo hacer?
-Tirarla, y estar atento para no comprar carne
podrida. Si no la tirás, te va a contaminar todo
en la heladera.
-Está casi vacía, no hay problema. Uno no puede
estar atento a todo, nadie puede. Además, esta
heladera es mía y puedo usarla como quiera.
-Sí, claro, aunque no es muy sano, Carlos...
-¿Quién es sano, Teresa? ¿Conocés a alguno?
Todos guardamos algo podrido en alguna parte.
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