(Ermindo A. Renomé)
El poema es algo que debe
ser superado. No podemos
seguir escribiendo los mismos poemas,
aunque sí escribir siempre el mismo:
Eso otorga seguridad y dominio.
Pero el verdadero poeta no se deja
dominar por esa seguridad, un sentimiento
dudoso, y asume el riesgo de nadar en lo
obscuro.
He ahí la aventura, el desafío que podría
conducir a la superación, o no: El único
riesgo es el fracaso; pero ¿Hay algo en
que no hayamos podido fracasar?
Sólo se aprende del fracaso.
Y sólo acumulando fracasos puede avanzarse
hacia la superación: No hay otro camino.
II
El poema es algo que merece ser superado.
¿Por qué?
En principio, por otro poema (no tenemos
todas las respuestas, por eso hacemos poemas)
¿Para qué?
Ésta no es una pregunta feliz. Si uno se detiene
a cuestionar y poner en duda todo, no avanza,
niega la evolución y no hay superación posible.
La voluntad de superación estimula el instinto
de competencia y nos impulsa a salir de la
repetición automática:
Sólo volvemos a escribir para intentar ese poema
que supere a otros, propios y extraños (Sería
extraño que alguien tomara la pluma
con la intención de producir algo inferior
a lo que ya existe)
Y entonces ¿Para qué?
Para elevar la vara. No preguntes para qué, esa
pregunta ya existe y fracasó: Menos averigua
Dios y perdona.
Perdón: ¿Cuánto mide tu vara?
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