(Amílcar Ámbanos)
¿En verdad cree en el pecado?
-Sí, soy un hombre de fe.
¿Tiene fe en el pecado?
-El pecado es capital para la fe:
Qué seríamos sin él…
¿Está seguro?
-¿Y qué es la seguridad? Sin el pecado,
ni existiría esa palabra. La seguridad
es hija del pecado, como nosotros.
Pensé que iba a decir nosotros, los
pecadores…
-Me pareció un pleonasmo, hay que ser
cuidadoso en el uso de la palabra, como
en todas las formas de pecar. Al menos
podemos evitar el vicio retórico.
Al menos contamos con un alma y una
conciencia para saber que pecamos y
conocer la culpa.
-Sí, le debemos mucho a la culpa, uno de
los beneficios de haber conquistado la
conciencia. Imagínese, sin la concurrencia
de la culpa seríamos capaces de cualquier
cosa…
Sí, eso lo entiendo. Pero me cuesta más
comprender la significación y el valor
que le asigna al pecado.
-Es sencillo. Todos sabemos pecar y nos
sabemos pecadores, pero ¿Qué sabemos
del pecado?
En principio, que es algo condenable…
-Bueno, depende de cómo quiera verlo,
esa es sólo una interpretación; hay otras.
En esencia, aceptamos que es un error,
un desvío ¿verdad?
Sí, hasta ahí sí.
-Y bien, ¿Cuál hubiera sido nuestro
desarrollo sin ese aporte? ¿Cuánto
hubiéramos aprendido sin errores y
desvíos?
Creo que nos estamos desviando…
-No, todo lo contrario: Los errores son
oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Del éxito no se aprende nada, sólo aprendemos
del fracaso.
¿Quiere decir que somos producto del ensayo
y el error?
-No sé, no quiero pecar de soberbio ni de
presuntuoso; soy consciente de mi ignorancia
y prefiero pecar de humilde. Pero piense
qué sería de nosotros sin toda esa experiencia
acumulativa, de errores, fracasos y desvíos
que hubo que superar. Estaríamos condenados
a repetir indefinidamente los mismos errores
del pasado, es decir: No habría pasado ni
futuro, sólo un presente repitiéndose sin
mayor sentido.
Reconozco que tiene alguna lógica, pero me
resulta extraña su fe…
-La fe siempre es extraña, es un misterio que
nos excede. Agradezcamos esta conciencia,
reconociendo las culpas en todo su valor,
como buenos pecadores y creyentes.
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