lunes, 1 de julio de 2024

Nicanor y su ocarina

 

(Ricardo Mansoler)

 

Nicanor empuña su ocarina

con desdoro. Sopla a través

suyo, extrayéndole sonidos

anodinos, dizque andinos.


Nada desdeñable.


Admiro el empeño con que empuña

Nicanor ese pequeño objeto perforado

que apenas cabe en el cuenco

de las manos.


Se hacen cóncavas, para contener

ese cuerpo menor entre los dedos

como una araña que abraza su presa

con todos sus miembros.


¿Es feliz Nicanor con su ocarina?


De esa relación, nace una melodía

elemental y sin matices: Él cree

que hace música, una música

nativa y ancestral.


Yo lo celebro. Celebro a Nicanor,

a su empeño denodado al emitir

el propio aire tanteando con los dedos

los diminutos orificios para extraer

placer.


¿Es sólo placer, o hay goce?


Es admirable que un hombre

hecho y derecho como Nicanor

pueda gozar con el discreto volumen

de ese cuerpo perforado. No sé.


¿Está afinada la ocarina?


¿Es feliz Nicanor con ese cuerpecito

de materia muerta?


¿Desafina Nicanor, o es su ocarina?


¿Alcanzan unos dedos humanos

para abrazar el cuerpo del placer?


¿Hay un goce en el sonido

o en la sensación que lo atraviesa

al obtenerlo?


¿Cuántos orificios necesita

la felicidad de un hombre?



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