(Encarnación Segura)
No había otros valores
en los albores del valor.
No había ningún valor
apreciable en los albores.
Árboles había de sobra, pero
su sombra no cobijaba otro
valor que las propiedades
de una sombra vacante y sin
objeto.
A la luz de la falta de valores
los árboles hacían su agosto:
se elevaban y expandían
sin control ni sentido, compartiendo
su verticalidad con los pájaros
que los habitaban y
anidaban sin
escalas.
Podían pasar de uno a otro árbol
sin costo adicional: Iban y venían,
cantaban y crecían en los albores,
alborotando sin ningún sentido y
sin acusar la falta de valor.
Animales sin alas se aventuraban
y trepaban, sólo por el gusto de ganar
altura y conocer el éxito de la aventura.
Pero desconocían el valor de ascender
y trepar hacia lo alto de uno mismo, así
como la movilidad social.
Luego bajaban como si nada, para seguir
acumulando experiencias desprovistas
de valor.
II
En los albores, el cielo y las estrellas
estaban unidos a la tierra como parte
de la vida: el horizonte era uno y el mismo
para todos los mortales y el mundo florecía
por doquier, según las estaciones que nadie
valoraba por desconocimiento.
La Naturaleza era pródiga en fragancias,
texturas, sabores, colores y sonidos,
que no tenían ningún sentido por la falta
de valor.
Animales de toda especie, más y menos
útiles, gozaban de la abundancia natural,
crecían, jugaban, se apareaban sin
conocer mayor necesidad:
Había alimento para todos, bastaba ir y
tomarlo, no costaba casi nada.
Sin el costo del esfuerzo personal por
satisfacer sus necesidades, no valoraban
la abundancia como tampoco la escasez,
no valoraban nada.
Es cierto que algunos se comían a otros,
nadie es culpable de lo que necesita, y
tampoco conocían la culpa, ya que no
tenían valores: no distinguían el bien
del mal.
III
Los más fuertes y temibles ejercían cierto
dominio ante el resto, que les temía y
respetaba, pero no tenían conciencia del
valor de la dominación, ni sabían cómo
aprovechar ese poder para expandirlo.
Ni los más dotados y lúcidos tenían
conciencia de la necesidad del valor
para acceder al verdadero sentido
de la vida:
Para ellos, la vida no tenía ningún valor.
Al no haber valores que respetar, sólo se
respetaba la fuerza, por temor a su poder
(Respeto y temor suelen andar juntos)
Lo peor: No había forma de controlar
la violencia.
En los albores, los árboles morían de viejos
sin conocer su valor: No había quien los
derribara para convertirlos en valores
y agregarles más valor.
Había bastantes animales que reptaban,
trepaban, se encaramaban y se aprovisionaban
de sus frutos, para luego volver a la tierra
y continuar sus existencias infructuosas,
ajenas a toda escala de valores e indiferentes
a la cadena de valor.
Fue necesario que apareciera un mono
con capacidades diferentes y aspiraciones
más elevadas, que ya erecto sobre sus
patas traseras, iluminara el caos de los
albores y organizara el mundo para darle
sentido y ponerlo en valor.
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