lunes, 29 de julio de 2024

Los albores del valor

 

(Encarnación Segura)

 

No había otros valores

en los albores del valor.


No había ningún valor

apreciable en los albores.


Árboles había de sobra, pero

su sombra no cobijaba otro

valor que las propiedades

de una sombra vacante y sin 

objeto.


A la luz de la falta de valores

los árboles hacían su agosto:


se elevaban y expandían 

sin control ni sentido, compartiendo

su verticalidad con los pájaros

que los habitaban y anidaban sin

escalas.


Podían pasar de uno a otro árbol

sin costo adicional: Iban y venían,

cantaban y crecían en los albores,

alborotando sin ningún sentido y

sin acusar la falta de valor.


Animales sin alas se aventuraban

y trepaban, sólo por el gusto de ganar

altura y conocer el éxito de la aventura.


Pero desconocían el valor de ascender

y trepar hacia lo alto de uno mismo, así

como la movilidad social.


Luego bajaban como si nada, para seguir

acumulando experiencias desprovistas

de valor.


II

En los albores, el cielo y las estrellas

estaban unidos a la tierra como parte

de la vida:   el horizonte era uno y el mismo

para todos los mortales y el mundo florecía 

por doquier, según las estaciones que nadie 

valoraba por desconocimiento.


La Naturaleza era pródiga en fragancias,

texturas, sabores, colores y sonidos,

que no tenían ningún sentido por la falta

de valor.


Animales de toda especie, más y menos

útiles, gozaban de la abundancia natural,

crecían, jugaban, se apareaban sin

conocer mayor necesidad:


Había alimento para todos, bastaba ir y

tomarlo, no costaba casi nada.


Sin el costo del esfuerzo personal por

satisfacer sus necesidades, no valoraban

la abundancia como tampoco la escasez,

no valoraban nada.


Es cierto que algunos se comían a otros,

nadie es culpable de lo que necesita, y

tampoco conocían la culpa, ya que no

tenían valores: no distinguían el bien

del mal.


III

Los más fuertes y temibles ejercían cierto

dominio ante el resto, que les temía y

respetaba, pero no tenían conciencia del

valor de la dominación, ni sabían cómo

aprovechar ese poder para expandirlo.


Ni los más dotados y lúcidos tenían

conciencia de la necesidad del valor

para acceder al verdadero sentido

de la vida:


Para ellos, la vida no tenía ningún valor.

Al no haber valores que respetar, sólo se

respetaba la fuerza, por temor a su poder

(Respeto y temor suelen andar juntos)


Lo peor: No había forma de controlar

la violencia.



En los albores, los árboles morían de viejos

sin conocer su valor: No había quien los

derribara para convertirlos en valores

y agregarles más valor.


Había bastantes animales que reptaban,

trepaban, se encaramaban y se aprovisionaban

de sus frutos, para luego volver a la tierra

y continuar sus existencias infructuosas,

ajenas a toda escala de valores e indiferentes

a la cadena de valor.


Fue necesario que apareciera un mono

con capacidades diferentes y aspiraciones

más elevadas, que ya erecto sobre sus

patas traseras, iluminara el caos de los

albores y organizara el mundo para darle

sentido y ponerlo en valor.


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