(Serafín Cuesta)
El poema debe contener misterio
sin sacrificar humildad.
Sin misterio, no se produce nada
poético: es lo que distingue
al discurso llano y genérico
de este otro.
Si no conmueve, ni provoca, ni
altera el orden de los sentidos,
del sentido, no hay humildad
que valga: no hay poema.
Conjugar misterio y humildad
no es tan sencillo como escribirlo.
Pero escribir es un acto de fe, otro
misterio: Sin este significante
ninguna fe es posible.
¿Son infinitos los misterios?
¿O el único y verdadero es el infinito?
Creer en el infinito, es también creer
en el infierno: ¿Es necesario?
Se puede creer que no, aunque creer
sea necesario para crear, o al menos
creer que se crea:
“No hay creación verdadera, ni poema
sin la colaboración del demonio”
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