domingo, 1 de septiembre de 2024

A la vuelta del río

 

(Ricardo Mansoler)

 

Era bastante joven cuando conocí

el Río Deseado, los jóvenes son

dados a aventurarse, conocer, viajar

y están surcados de deseos.


No sé si era tan deseable como río,

ni sé si yo era un joven deseable,

puede que sí: los jóvenes son propensos

a creer cualquier cosa, desean creer.


Me dijeron que había que tocar el río

y pedir un deseo: siempre se cumple,

a condición de prometer volver, y

cumplir.


Lo creí, me arriesgué y funcionó.

Luego volví: soy de cumplir promesas

y además tenía otros deseos; los jóvenes

suelen estar surcados de deseos.


Volvi, una vez cumplido mi deseo

y pedí otro, sabiendo que volvería

por más: es natural repetir lo que

funciona, y aún era joven.


No sé cuántas veces repetí mi petición,

que inexorablemente era satisfecha y

me obligaba a volver.


Luego, ya que volvía, volvía a pedir

para aprovechar el viaje, que no es

corto (Nadie hace nada por nadie

si no es por un interés o un deseo).


Ya no era aquel joven deseoso

que iba y venía siguiendo sus deseos.

Viajar tanto me resultaba fatigoso

y no tenía mucho que desear.


Algo después pensé, ya entrado en años

y con alguna dificultad para desplazarme:

ésta podría ser la última vez.


¿Qué pedir antes de despedirme para

siempre del río?


Lo pensé bastante, a lo largo del viaje

que me pareció eterno…


Pedí no volver, quizás fuera ese

mi último deseo.


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