(Senecio Loserman)
Nadie nada solo demasiado lejos.
Pero nadie nada lejos demasiado
solo.
Los intentos fracasados se acumulan
como inútiles insignias.
Nadie enseña a nadar solo.
Nunca se enseña sólo a nadar:
(en toda enseñanza hay segundas
intenciones)
Primero hay que saber flotar;
algunos flotan por instinto natural,
otros se hunden en la propia torpeza
de un pleonasmo que repiten con
naturalidad:
Todo lo que se repite
acaba por volverse natural.
El instinto nos preserva del peligro:
Mejor no aventurarse sin saber.
Cuando se nace, no se sabe nada,
pero hay quienes nacen nadando
como si no supieran que abandonaron
el líquido amniótico, o que él los
abandonó.
No fracases en el segundo intento,
es mejor ahorrarlo: los instintos
fracasados se acumulan como inútiles
consignas.
Conserva tus cocardas para cuando
te encuentres lejos, y no puedas
percibir las medidas de las cosas
que te reflejaban en el agua, ni la
dudosa consistencia de esas aguas
mal nadadas.
No te anonades, nadie nació sabiendo
nada: si te abandonas, el cuerpo flota
por sí mismo. El instinto sabe más
que la conciencia del aprendiz.
Nadar solo es algo agotador
hasta para el más avezado nadador:
La conciencia siempre es aprendiz.
Nadie nada solo demasiado lejos,
aunque nadie nada lejos demasiado solo.
Tomo mi catalejo y observo
al nadador, perdiéndose a lo lejos:
Ahora es tragado por el horizonte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario