jueves, 19 de septiembre de 2024

Los peligros del agua

 

(Serafín Cuesta)

 

La muerte galopa a mar abierto

como un pez volador que se desboca


(Cuando un pez se va de boca

no hay certezas: puede terminar

en cualquier parte)


Los peces no temen al agua

y sus excesos, salen poco.


No necesitan nada que no esté

en el agua, dulce o salada, servida

o pura (toda pureza es relativa en

términos de agua)


No le temen: mientras estén en el

agua no tienen nada que temer.


Aguantan las peores corrientes, las tormentas

y ciclones sin escorar ni hacer agua, ni temer

por su destino:


Morirán en el agua, no aspiran a otra cosa.

Todas sus aspiraciones terrenales son

solubles en agua, donde nació la vida de

los peces y todas las especies.


El pez no puede arrodillarse, ni inclinarse

a creer. Luego, no reza, no ruega, no implora,

no llora, no mama ni se arrepiente de no

hacerlo:


Deja que fluyan sus culpas y se disuelvan

en el agua, aunque no sea bendita, ni pura

como un dios.


No acumulan nada que no pueda desagregarse

y desguazarse en el agua. El tiempo se les

escurre antes de alcanzar a descomponerse:

No conocen los verbos compuestos, ni los

beneficios de la descomposición:


En el agua, nada se descompone por completo,

todo se disuelve en un fluir autónomo

y vacante de sentido.


Por eso los peces no evolucionan

y mantienen el mimo diseño original,

más antiguo que todas nuestras teorías

de la evolución, que siguen evolucionando

a una velocidad impensable hasta hace

poco.


Sólo nosotros sabemos que el agua

también puede descomponerse:

Hidrógeno, Oxígeno y frutos del mar.



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