viernes, 24 de enero de 2025

Aproximación a la nata

 

(Florencio Cusenier)

 

El nacimiento de la nata

fue como una epifanía.


Algunos celebraron, arrobados

la presencia de esa grasa

flotante y emergente, como alta

expresión de la emanación divina.


La tomaron con delicadeza, después

de admirarla con embeleso un tiempo

razonable y, agradecidos la incorporaron

a sus cuerpos como un sacramento.


Acaso todo cuerpo sea un sacramento

si es fruto de la creación divina.


Pero, mientras unos postrábanse ante

la sacra grasa consagrándola

con oraciones de gratitud al lípido

divino que acababa de advenir, otros

se mostraban recelosos:


Tomaban distancia de la nata nacida

advirtiendo sobre los efectos nocivos

de las grasas animales y las grasas

trans y, lejos de agradecerla, sospechaban:


Grasa y galactosa, juntas

no pueden ser buena cosa.


La apartaban con cuidado, sin tocarla

y con un gesto de rechazo o asco

separaban el lípido del líquido

caliente y continente.


Nunca hubo consenso con la nata:

lo que para unos es bueno,

para otros es veneno.


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