(Amílcar Ámbanos)
Menos tu ritmo, todo es obscuro,
abstruso, incierto, solía escribir
con su dedo flaco en el agua
un poeta bastante obscuro, pero
que no llegaba a negro.
Nadar sabe mi alma en agua escura,
malversaba con su mano inhabil
mientras escurría la otra en un desagüe
cloacal a imagen semejanza.
¿Qué otra cosa es el ritmo
que un cuerpo que vacila?
Se preguntaba ensimismado al ver
las heces que pasaban.
No se engañe, compañero, los ritmos
siempre cambiaron, como los cuerpos
que hoy circulan y mañana serán
polvo enamorado del olvido.
Podemos olvidar todos los ritmos
sin que nada se vea afectado, ni
deje de descomponerse.
Somos meros recursos rítmicos
que pasan de un estado a otro:
Cada cuerpo mantiene su ritmo
y son todos ilusión del tiempo.
El endecasílabo es un nicho, como
el alejandrino, el hemistiquio
heptasilábico o el octosílabo barato.
Cada uno adopta el nicho que le cabe,
la métrica nos une: une nuestros nichos
en proporción simétrica: así.
(A veces me aburro de mi ritmo
y salgo a ver qué hay afuera, con los
cuidados del caso: Hay quién salió
y no pudo vover a entrar)
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