(Serafín Cuesta)
Era tal su honestidad y el compromiso
con ella que, en rigor, podía reconocer
un error antes de cometerlo.
Solía ser indulgente en su trabajo,
lo único que no perdonaba era
la imperfección.
Sólo el arte es capaz de producir
belleza, conciliando la inexactitud
con la perfección:
Sabe que siempre se puede ser más
preciso.
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