(Serafín Cuesta)
La automatización de la producción
prometía cambiar el mundo.
Como otras opciones que lo prometían,
tampoco funcionó:
Hubo poetas, mucho antes, que aspiraban
a cambiar el mundo, pero fracasaron.
Incluso la escritura automática de dadaístas
y suerrealistas fracasó:
La libertad no funciona más allá de ciertos
límites.
Ellos abrazaron el comunismo incipiente,
que crecía en Europa y otras partes del
mundo, en la promesa de cambiarlo.
No duró mucho ese amor. Pronto se fueron
decepcionando: los poetas suelen ver más
allá de la realidad y vislumbraron ciertas
contradicciones entre práctica y teoría, que
los llevarían al fracaso.
No entendían que para alcanzar la libertad
definitiva, hubiera que recortar y reprimir
otras libertades.
II
Ya no hay países ni estados comunistas,
el mundo cambió. El desarrollo de las fuerzas
productivas no determinó el cambio histórico,
ni el crecimiento cuantitativo de las masas de
trabajadores empobrecidos produjo el esperado
salto cualitativo.
Ya no hay poetas surrealistas, el mundo cambió:
La realidad es otra, como siempre.
Aunque florecen las opciones, se generan nuevas
oportunidades y hay cada vez más poetas. Pero
nadie piensa en cambiar el mundo ¿Para qué?
Las nuevas tecnologías prometen dar respuesta
a todo y nadie, mínimamente razonable, quiere
volver a fracasar.
El pasado no existe, es sólo historia, letra muerta.
El mundo cambió y seguirá cambiando
por sí mismo, en forma automática, como lo viene
haciendo y en un sentido cada vez más inteligente.
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