(Amílcar Ámbanos)
Si el ciervo se encabrita y exacerba
ostentando una erección inopinada
ante la gleba, no lo desplumes de
un brocado ni lo sometas a referendum
esperando que doble la cerviz:
No sirve, aunque funcione.
No bebas la sangre del caído
en servicio para aliviar el vicio
que heredaras. Déjala escurrir
en libertad; luego almuerza.
Ante el hecho consumado, busca
los cómplices que se necesiten
-siempre se necesitan-
y ausculta la opinión de otros
cuerpos residuales:
Son todos semejantes.
No caratules la causa del lenguado
sin conocer los verdaderos móviles
que lo llevaron a apoyar su nariz en
tu pecera:
Todos tenemos un precio, aunque
sea diferente, y nadie volverá
a ser lo que era.
No te dejes recabar por los antecedentes
que acredita tu cuerpo en desarrollo
y los excesos cometidos por su lengua,
mientras renuevas la tinta de tu sello.
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