(Nicasio Uranio)
No tengo una visión muy nítida, sea
la presbicia, las cataratas o la maculopatía.
Pero alcancé a distinguir algo extraño
en el bebedero de mi gato.
Suele pasar, si bien le cambio el agua a
diario, que a veces algo caiga, incluso un
grano de su alimento.
Aunque ésto que veía estaba en el borde,
no en el agua, y no tenía el tono ni la forma
de esos granos.
Lo aparté y lo dejé en el piso mientras
cambiaba el agua. Noté que se movía.
Lo tomé con delicadeza y comenzó a
deslizarse, explorando mi mano. Pude ver
sus pequeñas antenas retráctiles: sin duda
mi mano y yo éramos una superficie
desconocida.
Era una babosa joven; no sé cómo habría
entrado y llegado hasta ahi.
La llevé al jardín y la deje en la tierra,
entre las plantas.
Una babosa, alguien que se arrastra por el
mundo, debe evitar el sol directo y deja,
a lo largo del camino, un humilde rastro
de baba como testimonio de su paso por
la vida.
Es cierto que puede hacer estragos en alguna
de nuestras plantas, pero hay suficientes cosas
en común como para sentir cierta empatía:
Un término muy mentado en estos tiempos,
a veces con sentidos más dudosos que el
metabolismo simple de una babosa.
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