(Epifanio Webber)
El pato parpa con desparpajo,
es un parpar parejo
que se repite en el tiempo
con una continuidad que expresa
su voluntad a ser reproducido.
El pato vuelve a parpar,
yo adivino el parpadeo del ojo
de la o, mirándome como si fuera yo
o mi parpajo reflejado en el prefijo.
Adivino una repetición pareada,
como un parpadear, acaso más perfecta.
¿Es más perfecto el pato que el gusano sano?
No se puede afirmar ésto, no conozco
mucho sobre las emisiones del anélido,
ni sé si se repiten en secuencias regualres
a imagen semejanza.
Las patologías atraviesan todos los
discursos del mundo sensible.
Nadie es ajeno: No es sano ser ajeno
ni permanecer.
Los enajenados no parpan ni disfrutan
los parpares del mundo; ni trinos,
ululares, ni el canto del ruiseñor
ni el del urutaú.
Aunque puden distinguir al que desafina.
Un enajenado genérico puede identificarse
con cualquier otro desafinado, sin necesidad
del prefijo compartido con desparpajo.
La desafinación puede ser tan dudosa como
apócrifa: Sabemos de emisores que imitan
el canto de otros para atraer a sus presas.
El mundo se divide en predadores y presas,
vivimos rodeados de emisiones engañosas
y nos es natural reproducirlas.
Como el parpar, el desparpajo y nuestros
prefijos nativos.
Vuela el pato, y con desparpajo
vuelve a parpar lo ya parpado.
Yo adivino el parpadeo de Dios
en su parpar Divino.
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