(Hildebrando Sábilo)
Se agusanó mi casa,
no pude hacer nada:
estaba ocupado.
Estas cosas pasan
si uno no está atento.
Tampoco se puede estar
atento a todo lo que pasa.
Ya pasará, no será
la primera vez que pase,
pensé para mi: No tenía
voluntad para hacer otra cosa.
Los gusanos no escasean, y
también tienen derecho a una casa,
aunque sea la mía. Le puede tocar
a cualquiera.
Aunque se arrastren sin empatía,
están en su derecho. No los juzgo
porque nunca fui gusano, o no lo
recuerdo:
Mi memoria de mamífero es limitada,
aunque no tanto como la del gusano,
supongo. Hay que ponerse en el lugar
del otro.
Entre nosotros, los que se arrastran
suelen gozar de todos los derechos
que consiguieron otros.
II
Objetivamente, una casa es un cuerpo,
como un gusano (que es casi como un
caracol sin casa) y todo cuerpo, sea o
no creyente es agusanable.
Un cuerpo es como una casa:
¿Cuántos microcuerpos de bacilos y
bacterias habitan el nuestro?
No pregunto cuántos son, pero sin ellos
no estaría aquí, en esta casa agusanada
escribiendo un poema agusanable.
No me altera la velocidad de reproducción
de los gusanos, no es para alterarse.
El lenguaje es la casa del hombre,
supo metaforizar el filósofo alemán
(no hay filosofía sin metáfora)
Y esta casa está bastante agusanada:
Es un organismo vivo, el lenguaje,
no sería tal sin cuerpo.
Por suerte, están los poetas para cuidarlo
y preservar lo que sea necesario.
Pensé en abandonar esta casa agusanada,
pero no tenía voluntad para mudarme:
Detesto las mudanzas, y antes tendría
que consultar a mis gusanos.
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