(Olegario Saldívar)
Los árboles son seres extraños
para nosotros, o al menos para
algunos. Otros, ni los registran
como sres vivos.
Los reconocen como algo ajeno,
estático, que está ahí con lluvia o
sol como parte del paisaje.
Claro que también nosotros somos
parte del paisaje, de distintos paisajes
a lo largo del día, de la vida:
Vamos y venimos, con alguna libertad
y suponemos que con algún sentido.
Nuestros sentimientos, rara vez
incluyen árboles, más allá de lo que
puede sentirse por cualquier paisaje.
Los paisajes pasan por la vida, y ellos
siguen estando ahí, salvo los que son
talados o mueren por causas naturales.
¿Qué tan naturales son los árboles
respecto de las causas?
¿Acaso su naturaleza es la misma que
la nuestra?
En principio, no tienen un sistema
nervioso central, no pueden sentir mucho.
Pueden vivir más que nosotros y cualquier
animal, algunos tienen más de mil años
y su historia es mucho más antigua.
Pero ¿Qué sentido tiene una vida, por más
larga, sin sentimientos?
Por lo común, no encontramos motivos
para ser sensibles a los árboles, aunque
dicen que descendimos de ellos.
Eran otros tiempos, hemos evolucionado
bastante y ellos no supieron acompañarnos:
Hoy no nos resultan tan necesarios, aunque
todavía dependemos un poco, hasta que
encontremos como reemplazar la madera
como insumo para producir papel, o
recurso renovable para la construcción.
Ellos podrían sentir que no nos necesitan,
pero no pueden porque no sienten. Puede
que no nos necesiten tanto como a la tierra,
el sol y la lluvia.
Pero, si no fuera por nosotros nunca gozarían
de saberse útiles como un mueble, como esta
mesa, apta para producir poemas con o sin
árboles.
Si no fuera por nosotros: ¿Quién los podaría?
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