(Serafín Cuesta)
No puedo estar en todo,
soy sólo un antídoto.
No puedo todo,
ni puedo contra todo:
soy un antídoto específico,
como todos.
Cada uno tiene su función
y su enemigo:
Funcionamos por oposición.
Fuera de eso, nuestra capacidad
de acción es nula.
El enemigo es uno, basta reconocerlo
para entrar en acción y neutralizarlo.
Sin su presencia verificada, toda
acción nos es ajena y mantenemos
la condición pasiva, sin antinomia.
Así es la vida del antídoto, nada
apasionante:
Es el costo de la especificidad,
haberla alcanzado nos restringe.
Habemos tantos antídotos como
venenos, o quizás más. No sabemos
porque no nos conocemos.
No existe un antídoto genérico,
siempre fuimos específicos.
Tal vez si nos uniéramos, entre todos
podríamos con todo y contra todo.
Pero acabar con todo, significaría
también el fin de nuestra función
específica: No habría necesidad,
ni oposición posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario