sábado, 10 de mayo de 2025

La voluntad popular

 

(Elpidio Lamela)

 

Ud. goza de cierto reconocimiento como

filósofo, aunque no es fácil acceder a su

palabra, dado que prefiere la clandestinidad.

¿Hay algún motivo?


-No lo sé, en una oportunidad tuve que pasar

a la clandestinidad por ciertas circunstancias

y luego me acostumbré, desarrollé un apego.

Y no creo ser muy reconocido, acaso pueda

serlo un poco en el campo impopular.


-Bueno, a propósito, quisiera preguntarle

sobre eso: ¿Existe la voluntad popular?


-Hay que tener cuidado con las

palabras, suelen llevar a conclusiones

engañosas. Si se permitiera el libre

acceso a las herramientas para su

desarrollo, la voluntad popular sería

peligrosa: Nadie sabe lo que quiere:

¿Acaso somos todos iguales y queremos

lo mismo? ¿Querríamos lo mismo, si

fuéramos iguales?


-De sus palabras se desprende que contempla

como imposible la existencia de una voluntad

popular. ¿Podría decirse que nunca existió?


-No, esa es una interpretación sesgada, como

todas: Con las palabras, nada es imposible.

Ya lo advertí al principio, hay que tener

cuidado con las palabras.


-¿En qué sentido? Porque no veo que haya

nada que las reemplace, y todo lo que se hace

con palabras es interpretable; cualquiera de

ellas ya lo es en sí misma. Y sin su valiosa

colaboración, no hubiera tenido lugar toda

nuestra evolución.


-Ahí está el punto. Ocurre que la evolución

no une, acaso divide más de lo que une:

Hablamos de evolución sin saber qué es ¿Ha

notado que usa cada vez más esa palabra?

Es que sirve para justificar, para ocultar, para

vender, y no sabemos cuántas cosas más.

No sabemos qué es, y cada uno le atribuye un

significado, una interpretación acorde a sus

necesidades, deseos e intereses: Todo eso que

llamamos voluntad.


-Sin ella no seríamos nada.


-No lo sé. Tampoco sabemos mucho de eso.

Ocurre que somos producto de las palabras, y

algunas evolucionan más que nosotros, o a

otra velocidad.


-Si fuera así, estaríamos condenados a un

futuro incierto y azaroso, completamente ajeno

a nuestra voluntad. Prefiero no creerlo.


-Es posible que ni siquiera lo vislumbremos

como posibilidad, estamos ocupados en interpretar

todo lo que pasa y producir nuevas interpretaciones

que se adapten a la realidad presente: es más útil.

Yo desconozco nuestra voluntad, ni siquiera estoy

seguro de la mía.




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