(Eleuterio York)
No se puede escribir para todo el mundo,
afirmaba un poeta no reconocido.
Si se pudiera, yo no lo haría, por respeto
a mis principios.
Tampoco se puede escribir para ninguno,
sólo es posible escribir para alguien
a quien no se conoce.
Podría tomarse como un ejercicio individual
de conocimiento, pero nadie escribe para sí
mismo, para reconocerse, ni mucho menos
para la lengua:
Ella no se alteraría si tuviera que prescindir
de nuestros poemas, ni se enteraría.
Hay quienes escriben en defensa propia:
Algo hay que hacer en este mundo febril,
vertiginoso, para no ser condenado por
la opinión pública y sus profetas de la
cultura del trabajo.
Aunque no sea un oficio reconocido
y se lo asocie al ocio, no deja de ser
una actividad, no más dudosa que otras.
Pero no se puede escribir para todos.
No lo aconsejaría, y si pudiera hacerlo
no lo haría. Me parece una pretensión
desmesurada y excesiva.
No sé si otros saben para quien escriben
lo que escriben, yo no, y nunca me afectó.
No habría que descarta la existencia de un
lector imaginario. Ese lector ideal, que no
conoceremos y tal vez se parezca un poco
a nosotros.
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