domingo, 11 de mayo de 2025

La palabra anacarada

 

(Malcolm Mercader Ergástulas)

 

La palabra anacarada

no sirve para nada.


Tampoco serviría de mucho

sin esa pátina brillosa como

escama de pez embalsamado

sin consentimiento.


Sin embargo, anacarada o no,

toda palabra sirve de carnada:

su oquedad atrae a otras, tan

ávidas e inútiles como ella,


con esa pátina brillosa que

sirve para ocultar el brillo

profundo de su ausencia.


Tampoco es tanto lo anacarable

en nuestro mundo sensible, un

reflejo del orden simbólico que

habitamos como peces:


algunos brillantes, otros fosforescentes,

opacos, transparentes, variopintos como

buenos significantes.


Fuera de ese orden, las palabras

no sirven para nada y no tienen más

valor que cualquier objeto anacarable

o una fruta abrillantada.


Una carnada de nácar puede atraer

a algún molusco con sus reflejos

tornasolados.


Pero nunca a un cardumen de cardos

naturales.


 


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