lunes, 7 de abril de 2025

La noche del visón

 

(Amílcar Ámbanos)

 

Tenía un visón, 

era vistoso, pero fue

perdiendo la visión.


No es muy común

la pérdida de la visión

en visones ni lobizones 

jóvenes.


Nunca supe su edad,

tampoco sabía mucho

de visones: Fue un


regalo, y a caballo regalado

no se le miran los dientes,

ni se le pregunta la edad.


No soy de andar preguntando

pavadas; cuando me lo regalaron

ya era un visón hecho y derecho.


No daba la impresión de ser

muy mayor, para mi. Claro

que es sólo una visión la mia,


y como soy bastante viejo

veo a todos jóvenes. Aunque hay

viejos que no se reconocen viejos

y hacen cosas ridículas.


Mi visón no hacía cosas ridículas

más que cualquier visón, joven o

adulto o cualquier adulto humano

del montón.


Yo, si vamos al caso, hago poemas

ridículos, pero no mucho más que

otros. Nunca concursé ni competí

para ser reconocido:


el reconocimiento me parece algo

más bien ridículo.


Aunque perdía la visión, el visón

hacía su vida de visón, y así lo hizo

mientras pudo, con su limitación.


Empezó así: Primero perdió la i,

después se sumó la o, y así fue

perdiendo todo. Hasta el pelo perdió:


No servía ni para tapado.

Creo que se apegó a la pérdida y

se fue en vicio, como suele pasar:


Nadie sabe cuánto se pierde

al cultivar un vicio.


A veces, en el sueño, tengo esa visión:

Se me aparece y lo veo, dando vueltas

por la casa, sin verme, a mi visón

haciendo sus cosas como cualquier visón.



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