(Florencio Cusenier)
¿Todo tiene música?
¿Tendría que tener?
¿Toda música es música?
Hay una música sana,
con sonido limpio y puro,
y otra impía degradada,
que sólo contamina.
Aquella reconforta el alma,
la eleva y purifica.
Esta otra exacerba los sentidos,
y los crispa para hundirte en la
confusión y conquistar tu alma
extraviada, como abono de ese
pozo ciego de la abominación.
Hay más ruido que música, y
mucha música dudosa:
Hay demasiada emisión sonora
que se pretende música, y la
abundancia genera confusión,
haciendo que se pierdan y
degraden los valores genuinos.
Antes, un músico llegaba a serlo
y ser reconocido como tal, a través
del estudio, la práctica y el esfuerzo
personal.
Había el goce de la propia elevación
espiritual que produce el arte, los
movía la pasión, no buscaban el éxito.
Hoy, cualquier imbécil no dotado
ofrece su producto incalificable, y
cosecha una montaña de seguidores,
ávidos de consumir ese material
descartable.
¿Nos convertimos en una sociedad
descartable, que sólo puede identificarse
con productos descartables?
Un filósofo del S XIX, afirmaba que
la vida no va<ldría la pena sin música.
Seguro que no imáginó este futuro.
Yo creo que habría que barajar y dar
denuevo.
Tal vez sería beneficioso prohibir la
emisión y difusión de lo que ahora
llaman música, para que aśi recupere
su valor:
Nadie se arriesgaría a hacer algo
prohibido cuando no hay nada valorable
en su transgresión.
Es más fácil que obligar a abstenerse
de consumir eses productos a todos los
que no saben elegir y resultan funcionales
a la descomposición reinante.
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