(Antístenes Oquendo)
Aunque litorales acorrales
o bordees el verbo hacia los centros
de atención al subsumido, la fuga
de almas no será televisada.
Aunque entre tantas almas circulantes
las centrípetas tendrán otra
oportunidad.
Hay poetas desbordados y
limítrofes, se lanzan a la arena
cual piedra perdida en la memoria
del movimiento involuntario de
su Creador.
¿Qué hacemos cuando no trabajamos
con el tiempo?
Nos queda la voz pasiva para retomar
el verbo intransitivo que no podemos
recordar.
¿Cuánto tiempo necesita esta piedra
para volverse tierra y producir?
¿Estará más viva que nunca?
¿Quién montó el primer nido
de los empedernidos? ¿Nos salvará la
sed, la sal, el litio? ¿Perdurará esta fe?
¿O habrá que esperar otra erupción
y que la lava derramada lave todos
los pecados presentes y pasados?
Es mejor que un poeta conozca todos
los pecados habidos. Después, cada
uno podrá tomar lo que desee
y servirse a voluntad.
El trabajo involuntario no produce ninguna
satisfacción, más allá del cumplimiento del
deber:
Hay mandatos que no podemos dejar de
obedecer, sean naturales, sociales o
biológicos como la religión, que nació
del pecado original preexistente.
Es mejor que el poeta no esté atado
a ninguna religión. Los dogmas tienen
los días contados.
No significa que no haya que respetar los
límites: Hay poetas desbordados, que se
exceden en el uso del sentido y salen de
su cauce, Escriben poemas que nadie
entiende.
Aspiran a ese reconocimiento, cada vez
más popular, que surge de haber puesto
en valor la imposibilidad de entender:
Los poemas no son para entender, salvo los
malos. Éste ha de ser muy bueno para que
yo ni nadie lo entienda.
Debemos entender y aceptar nuestras
limitaciones, de lo contrario todos seríamos
poetas y el exceso de competencia acabaría
con la humildad, propia del verdadero poeta.
Es mejor adoptar un juicio mesurado
sobre aquello que no entendemos: Algún día
podríamos entenderlo, no está dicha la última
palabra:
No hay que dar nada por sentado, pero
el poema desmesurado tiene los días contados.
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