(Epifanio Weber)
El futuro del optimismo
está asegurado. Al menos,
lo creen así los optimistas.
En cuanto al futuro, tal vez
los decepcione, como ha
ocurrido tantas veces.
Pero no hay certezas, aunque
no sería un problema:
Llegado ese momento, el
auténtico optimista sabe que
no tiene mucho que perder
y olvida ese presente:
Piensa en el futuro, y con una
lógica bien fundada, deduce
que cuanto peor sea el presente,
mayores posibilidades para
alimentar el optimismo:
El futuro no podría ser mucho peor.
Es más difícil empeorar que mejorar.
A diferencia de los otros, optimistas
advenedizos seducidos por los cantos
de sirena de las voces oficiales y sus
campañas propaladas por los medios,
el optimista nativo, el genuino, nunca
se desencanta y sabe encontrar razones
para seguir alimentando el optimismo
sano.
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