(Tomás Lovano)
Hoy cobré valor,
era una cuenta que tenía
pendiente. Me lo había
prometido: Vas a cobrar,
y siempre cumplo lo que
me prometo.
Armarse de valor puede resultar
difícil, si no se cuenta con estímulos
más o menos proporcionales
al valor de ese deseo.
Hay que saber valorar lo que uno
tiene, evaluar las condiciones
objetivas del entorno y recurrir
a la autoestimulación si es necesario,
para no caer en la desvalorización de
sí mismo:
Hay que saber valorar lo que uno
no tiene (es valorable no tener el
lastre de una carga negativa)
Todos los recursos son válidos:
todos tributan algún valor subalterno
o concomitante a la hora de ejecutar
el cobro.
Estaba listo, era el momento de poner
en valor este conocimiento, y cobrar
valor.
Medí mi vanidad, y en un acto
de sinceramiento acepté que era buena,
como para arrojar un balance aceptable
y bastante transparente.
Hice un recuento de activos y pasivos,
bienes y males, vencimientos prorrogados
y plazos vencidos, más los excedentes
registrados sin valor comercial.
Así arribé a un resultado definitivo:
Lo mío no tenía ningún valor.
Luego, tenía todo por cobrar:
estaba en cero, los números cerraban.
El valor nulo me tranquilizó, no había
nada que cambiar: Sin valor, no hay
intercambio posible. es decir:
No tenía nada que perder.
Y sí, es auspicioso: De aquí en más
todo suma, es para celebrar y mirar
para adelante, me dije insuflándome
valor:
El cero ya lo tenemos.
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