(Serafín Cuesta)
El ácaro acaricia la acacia
con un dejo de avaricia.
La acacia recibe esa caricia
minuciosa y algo avariciosa
sin sospechar del huésped ácaro.
Verbigracia: goza la acacia
la caricia que se acerca, la goza
hasta percibir el daño.
La acacia de Constantinopla
no es una especie nativa, como su
nombre lo indica, salvo para los
nativos de Estambul, que no es
el caso de este poema.
Por el contrario, el ácaro es de acá:
No vamos a entrar en discusiones
bizantinas pero es más nativo que
muchos de nosotros.
El ácaro patrio goza en su derecho,
es uno de nosotros como dijo el
General: nuestro General.
Por lo general, el goce viene junto
con el daño; está estudiado:
Hay suficientes estudios sobre el goce.
No cultives el goce de la crítica
ni te apiades de la acacia de Constantinopla.
Goza de tus propias caricias tanto como puedas,
y de la gracia de estas coplas,
libres de contaminación ideológica.
Sé libre como un ácaro, como un ácaro libre.
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