(Rolando Doorland)
Mi rododendro viene decayendo,
ya no brilla en todo su esplendor
vegetativo, ni luce la vitalidad
de otrora.
No es el mismo, ahora no florece
y no hace más que languidecer.
He intentado casi todo, sin ningún
resultado.
Por lo que pude observar, no ha
sabido rodearse. Y en estos tiempos
un rododendro mal rodeado, está
condenado a una declinación segura
y duradera: Como todo lo que vive
y nos rodea.
El no lo sabe, pero si hubiera estado
bien rodeado, ni las hormigas ni ningún
depredador indeseable lo atacaría:
Estarían ocupados con sus vecinos.
En esta vida, algo central es saber
rodearse. Todos lo sabemos, aunque
algunos no saber cómo hacerlo y dan
rodeos, probando y fracasando.
El rododendro no lo sabía, e hizo lo
que pudo, mal rodeado como estaba.
Ahora puede que lo haya aprendido,
y que sea demasiado tarde.
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